Antología sumaria
Esta breve selección busca rescatar aquellas miradas críticas
que con su estímulo y lucidez acompañaron y contribuyeron a construir
el rumbo artístico de Decastelli. En ese sentido, resultan insoslayables
los textos de Silvia de Ambrosini por su carácter señero y anticipatorio
del desarrollo ulterior de su obra. De las muchas reseñas que
tuvieron sus muestras de la década de 1990 destacamos las de Fabián
Lebenglik y Corinne Sacca-Abadi. Julio Sánchez prologó la presentación
de su obra en Madrid en 1994 y Rodrigo Alonso lo acompañó en las
etapas más recientes, en las que incorporó el arte digital. En
todos los casos transcribimos literalmente los documentos. Los
errores tipográficos de las publicaciones originales han sido
corregidos a los efectos de facilitar la lectura y respetar las
intenciones del autor . M.T.
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Decastelli
tras cartón [Miguel Briante] (1990)
Página/12, Buenos Aires, 7 de agosto de 1990.
S/f, atribuido a Briante por O. Decastelli.
La figuración y el corrugado se llama la muestra que Osvaldo Decastelli
presenta en la sala 10 del Centro Cultural Recoleta. El título
irónico es también técnico, ya que Decastelli realiza sus figuras
espaciales con cartón corrugado, poniendo en juego el peso aparente
de las figuras humanas que coloca en diversas posiciones –en una
especie de cámara negra, que fija la luz sobre ellas–, con su
verdadero peso, íntimo. Una ironía de dibujante anima estas figuras,
que se imponen al espectador con una leve carga de angustia, pero
también de juego.
Osvaldo Decastelli. El cartón corrugado: otro posible
del arte Silvia de Ambrosini (1993)
Artinf, Buenos Aires, año 17, nº 85, agosto
de 1993. Publicado bajo el título “Decastelli no es cartón pintado”
en Página/12, Buenos Aires, 12 de octubre de 1993.
Osvaldo Decastelli se compromete con una reflexión prospectiva
que apuesta al objeto y al material, testimonios ambos de formalizaciones
y esencias con atributos que suscitan confrontaciones estéticas.
Son “objetos clave” que operan transformaciones profundas en la
superposición de sus láminas constituyentes. El protagonista se
llama y es “cartón corrugado”. El acoplamiento de sus capas sucesivas
refuerza el simulacro de un significado formal, porque modifica
lo frágil en resistente, lo liviano en pesado, lo liso en rugoso.
¿Cómo se operan los cambios que rompen las ondas, obliteran los
huecos y transforman la memoria de lo que fue en una nueva entidad?
En la investigación que demanda la textura del cartón y el manipuleo
de sus planchas a las que Decastelli enfrenta con el misterio
de los actos creativos, y con la instrumentación de lijas y trinchetas,
que introduce para develarlos. Hacia adentro, las rebabas denotan
un material en vivo y hacia afuera connotan una imagen surgente
que tiende a parecerse a un algo, sin parecerse del todo. Es una
imagen que superando su paso fabril recupera la identidad del
tronco, de la madera. El volumen se convierte en un gran nudo
vegetal o en liviana carga que conducen ruedas de direcciones
encontradas. El tamaño de las dimensiones reales también se contradice,
lo grande se da en lo mínimo,
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lo pequeño en lo monumental, donde
la imaginación juega con globos, tijeras, palacuchillos y tirabuzones
todos de ficción. Son objetos sin otra utilidad
que la de cumplir una función estética en escala mayor y menor
cuando sus artilugios son, por ejemplo, cajas de sorpresas donde
figuraciones violetas, azules y rojizas encuentran su palabra,
junto a la ponderabilidad de ese personaje que es y está en la
virtud corrugada de su presencia. (En el hall del Centro Cultural
Recoleta, hasta fin de mes).
Osvaldo Decastelli. Esculturas objeto en cartón corrugado
1985/1994 Julio Sánchez (1994)
Madrid, Xunta de Galicia, 1994.
Lograr la cuadratura del círculo ha sido uno de los desvelos místicos
de los adeptos del conocimiento esotérico. Las obras de Osvaldo
Decastelli parecen girar en torno a otra paradoja de la geometría:
la planitud del volumen. El plano es una construcción mental que
no se verifica en la realidad; aun la hoja de papel más delgada
posee una tercera dimensión de la que carece el plano geométrico.
El cartón corrugado es plano por excelencia, ni siquiera admite
la curva, ya que el solo intento de doblarlo genera dos diagonales
rectas. A pesar de las tribulaciones de la geometría, Decastelli
logra a partir del cartón un trabajo volumétrico con el plano,
como si hubiera logrado la cuadratura del círculo.
Los hallazgos del artista también fueron técnicos e iconográficos.
Trabajar el volumen del cartón corrugado fue una exploración de
la mecánica articulatoria del cuerpo humano. El hombre se convirtió,
por virtud de un Decastelli-Gepetto, en un Pinocchio de cartón.
Decastelli descubrió que el hombre, como un objeto mecánico, se
podía reducir a un sistema modular para armar a voluntad y, con
algo de conmiseración, dejó al hombre y comenzó a inventar objetos.
De la geometría pasó a la mecánica creando instrumentos de uso
incierto, contubernios de palas y cuchillos que traicionaban su
identidad primigenia. Sin resignarse a dejar atrás la vida, Decastelli
incorpora formas orgánicas, caprichos esféricos que espantarían
a los geómetras más puristas. En las últimas obras hay un proceso
de recuperación de algo que se había resignado, el color . El
artista comienza a elaborar obras menos monumentales que al ser
policromadas adquieren un carácter más gentil. Pero también se
recupera lo que parecía olvidado:
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la “función social” del cartón.
Uno de los principales usos del corrugado es la caja, que en las
manos de Decastelli se transforma en raros estuches, como de lapiceras,
cuchillos o violines, que encierran objetos muy poco previsibles.
El artista ensancha cada vez más las fronteras de su universo
de cartón.
El corrugado ya no está solo, en las cajas-estuche lo acompañan
sutilmente porotos blancos y arenas doradas. En las últimas series,
la incorporación de la fotocopia en la obra es como la adquisición
de un aleph borgiano que le abre puertas infinitas.
Sin estremecerse por los problemas contemplativos de la geometría
sagrada, Decastelli explora desde lo lúdico, y hasta desde la
ironía, la riqueza de un material ennoblecido por el arte, el
cartón. No solo acepta todos los desafíos que le ofrece el material,
sino que el mismo artista es quien comienza a trazar sendas nunca
transitadas en el territorio de la celulosa.
Decastelli. La materia y las obsesiones de la artisticidad
que le dan vida Silvia de Ambrosini (1995)
Decastelli. Inventario de imaginantes. 1985-1995,
Buenos Aires, Salas Nacionales de Cultura, 1995.
Sin antagonismos, una vez más el protagonista es el cartón corrugado.
Un material que no niega su origen ante elocuentes objetos y animadas
presencias que con-forma Decastelli. Un material que tampoco se
desdice ni cuando acopla sus pliegues para solidificar el espesor
de dobles alisadas superficies, ni cuando descarna para multiplicar
los repliegues. Todos son actos del idear lo abstracto y figurante
que muestra y demuestra lo interno y lo aparencial.
Algo más de una década constituye la historia del artista en ricas
experiencias técnico-formal-conceptual. Así nacen Objetos, Retratos,
Figuras. Así por conjunción, adición, extracción van surgiendo
parecidas alusiones a una figuración de cosas, de visiones, de
personajes sin bautismo, con la sola virtud de una materia que
permanece reconocible en las diversas transformaciones que opera
el artista a partir de un origen y tránsito fabril. A veces vuelve
en imagen, tal vez por nostalgias, a su cuna vegetal, otras, para
re-crear algunas de tantas formalizaciones que le imprime Decastelli:
un inventario de imaginantes sin “telos” representativos, sin
fines verosímiles, como señalé en 1993.
El color encuentra el vocablo justo, la carta de ciudadanía para
un
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personaje, que aspira a la inmortalidad, o para otro que se
compacta en el perfil de una Mulata, del presente o para un Hombre
de barrio acromático, del pasado.
De pronto otros seres desperezan sus articulaciones y acomodan
cinco secciones plásticas en actitudes masculinas: Hombre II,
Hombre III o en posturas femeninas: Mujer I, 3 enanas 3, encontrando
todos ellos, la mejor de sus posturas para expresarse y eventualmente
iniciar un diálogo Implícitos
están los útiles, las herramientas y el Más: la personificación
del instrumento, “mano del artista” que concreta idea y acción.
Recorriendo la circunvalación de un núcleo central que Decastelli
armó como montaje, encontramos diferentes nichos que cobijan otras
nstancias de la creación: “Extrañas Maquinarias” que emblematizan
el espanto; “Páginas de Artistas” que, como antífrasis, acompañan
la marcha del espectador , brindando un elocuente paisaje que
asoma ateralmente atravesando un plano; o el “ethos” de una visión
oriental en rontal planitud. En otras ventanitas objetos transformados
en “ob-jetum” porque son para un espectador cognoscente.
Los nuevos, los “Zoomorfos”, alinean sus presencias rodeando una
jaula central, que alude a un destino inapelable… Las suyas son
presencias que hablan de atributos propios, reconocibles, la sofisticación
de una Fidelidad manifiesta en un negruzco manchado; la cándida
Imploración de un azul animalesco; la Vibración de un fuego dentado;
la alusión a la Propagación de los seres en un ocre acalorado;
o la resignada sobriedad de geometrías en zigzag y gesto petrificado
de eremita taciturno. Mientras otras virtudes hablan del celo
y ardores que renuevan Energías Vitales en el blanco o esconden
su Pasión con una caparazón acromática.
Otras presencias menos policromadas albergan la fundante humildad
de un material susceptible que admite las caricias de la arpillera
o la acción del artista que ahueca lugares, que viola una interioridad
sin mancha, porque la materia es ponderable y los gestos del arte
resguardan una monumentalidad que adjunta lo escultórico, constructivo
y pictórico, por estratificación de estructuras, por vibración
textural, por visibilidad coloreada, en acuerdo con a temperatura
estética de Decastelli, que no esconde jamás la ponderabilidad
de la materia-alma.
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Osvaldo Decastelli. Esculturas tras cartón Fabián
Lebenglik (1995)
Página/12, Buenos Aires, 25 de abril de 1995.
Un escultor que utiliza como material para sus obras el cartón
corrugado iguala este material con los conocidos como “nobles”.
A través de un montaje escenográfico, que responde a la teatralidad
de sus obras, Osvaldo Decastelli exhibe una década de trabajo.
En las Salas Nacionales de Cultura, el escultor Osvaldo Decastelli
está exhibiendo la muestra Inventario de imágenes 1985-1995, en
la que muestra sus obras de cartón. Decastelli
nació en Buenos Aires en 1941, estudió en la Escuela Nacional
de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y recibió una beca de especialización
de la UNESCO. Como él mismo cuenta, desde sus comienzos compartió
la actividad escultórica con la docencia, que ejerció en distintas
instituciones y talleres hasta 1979, cuando comenzó a trabajar
solamente en su estudio. Desde 1985 adoptó el cartón corrugado
para realizar su obra, pero no como material de desecho sino como
materia prima, tan útil y funcional como cualquiera de los materiales
tenidos por “nobles”, como la madera o el mármol.
Esta muestra antológica es su décima exposición individual. Como
explica la crítica Silvia de Ambrosini en el catálogo, “algo más
de una década constituye la historia del artista en rica experiencia
técnico-formal- conceptual. Así nacen objetos, retratos, figuras.
Así, por conjunción, adición, extracción, van surgiendo parecidas
alusiones a una figuración de cosas, de visiones, de personajes
sin bautismo, con la sola virtud de una materia que permanece
reconocible en las diversas transformaciones que opera el artista
a partir de un origen y un tránsito fabril. A veces vuelve en
imagen, tal vez por nostalgia, a su cuna vegetal, otras, para
recrear algunas de tantas formalizaciones que le imprime Decastelli:
un inventario de imaginantes sin fines verosímiles”.
La obra del escultor tiene una fuerte resonancia escenográfica.
En este sentido resulta acertado el montaje en la planta alta
del Palais de Glace, donde Decastelli establece una circulación
con tabiques en redondo, un recorrido cronológico, casi teatral,
en el que su obra se va descubriendo con el espacio y la iluminación
adecuados.
Tanto las obras antropomórficas (las del comienzo) como la instalación
de piezas zoomórficas (las últimas de la década exhibida) establecen
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una marcada teatralidad en la que el cartón es el tema. En ellas
funciona, desde el punto de vista de la percepción, un componente
de sorpresa y destreza, que lentamente se esfuma. Podría decirse
que más allá de lo atractivo, los períodos mencionados son artísticamente
los menos interesantes. En cambio, los objetos que evocan elementos
cotidianos a escala gigantesca y otras esculturas de ese período
–que el artista realizó entre 1991 y 1993– son lo mejor de la
muestra. Allí el cartón deja de ser protagonista –aunque esté
trabajado con maestría– para producir un efecto poético fuerte.
En estas obras la transformación del material es completa y perfecta,
y por eso pasa a segundo plano: ya no es cuestión solo de habilidad,
de ideas, o materiales, sino de talento. (Posadas 1725, hasta
el 30 de abril).
De
lo simple, la fantasía Luis Aubele (1995)
La Nación, Buenos Aires, 24 de abril de 1995.
Descubrimiento: el común cartón corrugado da vuelo a la creatividad
de un escultor y es eje de una interesante muestra.
“Mi encuentro con el cartón corrugado fue una experiencia curiosa.
De pronto, reparé en un material novedoso pero que al mismo tiempo
estaba en todas partes, en envases o bien amontonado en sótanos
e incineradores”, recuerda Osvaldo Decastelli, que expone hasta
el domingo esculturas en este material en las Salas Nacionales
de Cultura, Posadas 1725. Decastelli estudió en las escuelas Manuel
Belgrano y Prilidiano Pueyrredón, de donde egresó con un concepto
muy tradicional de la escultura: “Tuve maestros notables, como
Luis Balduzzi, al que dedico la muestra. Sin embargo, pronto sentí
la necesidad de buscar un tipo de imágenes que fuese menos solemne,
para que pudieran estar más cerca del gran público”.
En sus investigaciones, el autor descubrió que la transformación
debía comenzar con un cambio en la elección de los materiales
y así apareció el cartón corrugado.
Decastelli lo utiliza pegando placas con cola vinílica hasta obtener
panes con mucho volumen. “Como se trataba de algo totalmente inédito,
uno de los primeros problemas fue encontrar las herramientas adecuadas.
El cartón corrugado tiene consistencia pero no es rígido. Actualmente
trabajo con una fresadora, trinchetas y cuters afilados.”
Abrir los ojos
Inventario de imaginantes, título de la muestra, se desarrolla
sobre
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una superficie de mil metros cuadrados y se divide en dos
grandes capítulos: un recorrido que cubre la década a partir de
1985, donde el autor va mostrando las distintas etapas de su encuentro,
descubrimiento y análisis de posibilidades, para culminar en una
serie de ensambles en las que el cartón se integra con otros elementos
como alambre, cartapesta y otros.
Luego se puede ver Estigma, una instalación donde el material
es utilizado para desarrollar el tema de la pérdida de la libertad.
En un gran círculo, cuyo centro es ocupado por una enorme jaula,
dialogan ejemplares de una fauna extraña. Son siluetas de cartón
hechas a la manera de un zoológico agrandado de jardín de infantes. La
primera obra del recorrido se titula Hombre de barrio y fue realizada
en 1985. La siguen cuatro imágenes pensadas a partir de un enorme
rompecabezas. El autor construyó una figura humana, la cortó en
cuatro partes y luego fue componiendo siluetas.
En una tercera etapa, el autor explora mecanismos abstractos,
raros múltiples (uno de ellos de casi cuatro metros de alto) y
cajas de donde tratan de emerger seres cromáticos.
“A medida que investigaba fui descubriendo texturas escondidas
que se revelaban con solo rasgar la superficie del papel. O bien
la reacción del cartón cuando le aplicaba tintas y esmaltes. Algunas
de las obras luego fueron pasadas al metal y a la resina sintética”.
La muestra es algo más que la demostración de las posibilidades
plásticas del material. En lo profundo subyace una invitación
a cuidar el medio ambiente. Como no hay más lugar para enterrar
basura reutilicemos los desperdicios al máximo posible, se lee
en un folleto editado en papel reciclado que se entrega a cada
visitante.
Lo perdurable y lo efímero Elba Pérez (1996)
Télam, Buenos Aires, 12 de agosto de 1996.
El arte contemporáneo descree de las categorizaciones clásicas
y desdeña la diferencia entre materias nobles y materiales vulgares.
A partir de estas propuestas Osvaldo Decastelli ofrece su muestra
de libros y objetos realizados en cartón corrugado en Galería
Ática, Libertad 1240.
Decastelli trabaja las placas de cartón como tablones aptos para
el corte y la talla. Sus obras oscilan entre el objeto y la escultura,
aprovechando la estructura interna del material empleado.
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Sus libros no contienen un texto narrativo y su discurso está
implícito en la sugerencia de la resolución plástica. Esta función
cumple Penitencial, técnica mixta, 16 x 10 x 7 cm. Los clavos
que sustituyen la tipografía simbolizan el carácter de la obra
reforzado por las huellas –las heridas– provocadas en las páginas
de este libro singular.
Decastelli recobra el valor del juego y subraya la posibilidad
de niños y artistas para “abrir , cerrar , descubrir y entrar
en otros mundos”. Pero estas metamorfosis pueden cargarse de contenidos
reflexivos, evocaciones y anticipaciones líricas.
Paisaje primario (29 x 42 x 4 cm, técnica mixta) se organiza entre
la evocación humorística de la infancia y las exigencias del diseño contemporáneo.
La inclusión de lápices y elementos de geometría recuerda la obra
de Oscar Serra, un argentino de larga permanencia en Madrid (España).
Otras destrezas conforman Existencia orgánica, cartón corrugado,
29 x 44 x 16 cm. Con real maestría técnica Decastelli da progresión
al volumen cortado, sucesivamente, en varias capas que permiten
experimentar entre la forma plena y el vacuo (vacío) propio del
bajorrelieve escultórico.
El montaje de la muestra corresponde a la propuesta estética del
artista. Las salas de Ática fueron transformadas [hasta] el 31
de agosto –fecha de clausura de la muestra– en un recinto cerrado
donde las obras de Osvaldo Decastelli se destacan gracias a la
inteligente iluminación dispuesta. Decastelli usa el cartón corrugado
sin la carga sentimental del “arte povera” de la década del 50.
Es ajeno también al expresionismo informalista: él propone indagar
las condiciones plásticas de los materiales usuales, efímeros,
sin abandonar la elocuencia de las formas ideales que otrora se
realizaron en materiales perdurables como la madera o la piedra.
Acepta que forma y materia están cuestionadas en este ?n de milenio.
Pero no se abandona a la estética light ni al nihilismo del “todo
vale” que Enrique Santos Discépolo llamó estética “de la Biblia
junto al calefón”. Sin levantar la voz, sin aventar las vanguardias,
Osvaldo Decastelli propone conciliar los valores plásticos y la
dicción contemporánea en obras que apelan a la comprensión del
público de hoy. Eterno y efímero, clásico y contemporáneo, parecen
ser las consignas en las que se encuadra su obra.
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Estigma y dilema. Decastelli en el Museo Sívori
Corinne Sacca-Abadi (1998)
ACI (Arte, Crítica, Investigación), Buenos
Aires, Asociación Argentina deCríticos de Arte (AACA), nº 2,
1998.
Estigma, según el diccionario, es una marca o señal en el cuerpo
impuesta con hierro candente usada como signo de esclavitud. Estigma
es también el nombre de la nueva instalación de Osvaldo Decastelli
en la que plantea el dilema del hombre contemporáneo frente a
una sociedad que demanda la homogenización del individuo, el borramiento
de las diferencias, su domesticación. Artista de sólida trayectoria,
Decastelli ha sabido elevar el cartón corrugado al lugar del más
noble de los materiales escultóricos obteniendo insólitos resultados.
En obras anteriores el juego de metamorfosis de los objetos convertía
los elementos banales de la vida cotidiana en extraordinarios
personajes desplegando un humor desenfadado y lúdico. Hoy realiza
una síntesis que requiere mayor austeridad de recursos para
privilegiar la presentación de un dilema. O.D. expone 13 animales
fantásticos que remiten a nuestras más variadas actitudes sociales,
a las que opone un contrapunto de igual cantidad de elementos
rectangulares semejantes a lápidas realizadas también en cartón
corrugado, que tienen grabado el número en letras de molde. Estos
elementos inquietantes estratégicamente emplazados en el jardín
del Museo Sívori acechan a los animales desde el afuera, y quiebran
cualquier ilusión de libre albedrío. ¿Quiénes sobrevivirán en
esta lucha entre la humanidad “animalizada” en permanente riesgo
(y deseo) de domesticación y el enemigo numeral? En el video que
presenta el artista se juegan varias alternativas posibles, por
cierto, poco optimistas; Decastelli ha puesto el énfasis en presentimientos
inquietantes sobre el futuro de nuestra humanidad. Como en Casa
tomada, de Cortázar , a medida que se ocupan los espacios internos,
se amalgaman el adentro y el afuera, se contamina la casa tornando
inhabitable ese universo. Un sonido agitado acompaña la instalación
de Decastelli, son ecos que reverberan, se resisten a la domesticación.
El conflicto está planteado, la partida la jugamos todos diariamente,
nadie escapa al dilema.
Abanico de propuestas frente al lago Eva
Grinstein (1998)
El Cronista, Buenos Aires, 18 de febrero
de 1998.
El Sívori, que actualmente expone obras de su patrimonio y esculturas
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de Osvaldo Decastelli, homenajeará este año a los maestros Bigatti
y Victorica.
En lo que respecta a los planes para 1998, el Sívori ya ha dado
el puntapié inicial a su programación, inaugurando una muestra
del escultor Osvaldo Decastelli. Titulada Estigma, consiste en
un conjunto de obras realizadas en cartón corrugado que representan
una jauría de animales difícilmente identificables. No importa
de qué animales se trata, impacta su actitud: amenazadores, casi
agresivos o apáticos, refugiados en sus dientes y crestas.
Decastelli, un veterano manipulador del cartón, trabaja con habilidad
sus piezas, dotándolas de color y añadiéndoles elementos para
completar el efecto. El resultado –que el autor desea proponer
como resabio natural en un presente signado por la “numerización”–
funciona y cautiva sin golpes bajos, apenas gestos sutiles como
una única cuerda al cuello de un solo animal.
La
amenaza, el riesgo, la seguridad Rodrigo Alonso (2009)
Osvaldo Decastelli. Malas hierbas. Copia
de seguridad, Buenos Aires, Arte x Arte, 2009.
Desde hace dos décadas, Osvaldo Decastelli trabaja con un material
singular: el cartón. Si bien hoy éste posee unas connotaciones
muy precisas, en las producciones del artista su sentido se expande
para poner de manifiesto sus incontables posibilidades formales,
conceptuales y estéticas. Fotografía y cartón son protagonistas
de dos grandes instalaciones que reflexionan sobre el mundo contemporáneo.
En la primera, Copia de seguridad, una misma imagen se reproduce
con leves variaciones en un conjunto de planos suspendidos. La
multiplicidad de las transcripciones hace inútil la pregunta por
el original. Como sucede en muchos medios actuales –la fotografía,
el video, lo digital–, estamos ante un universo de copias en el
que ya no importa la imagen primigenia, nos enfrentamos a un bosque
de simulacros que pone en cuestión la interrogación sobre el origen,
la unicidad del producto germinal, el propio corazón del proceso
creativo, y por tanto, la posibilidad de conservarlo inalterado.
Decastelli fuerza esos conceptos al trabajar con una figura insistente
pero que se manifiesta siempre de manera distinta. Si en la fotografía,
por ejemplo, las copias idénticas ya generan la duda sobre el
original, aquí es evidente que no existe ninguno. Pero, paradójicamente,
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variantes que introduce el artista durante el proceso de impresión
transforman a cada plano en una pieza única, tornando las copias
en verdaderos originales.
La segunda instalación, Mala hierba, se centra en lo aledaño,
el riesgo potencial, lo indeseable. Aquí un volumen central se
yergue ante el paso del espectador estableciendo un primer vínculo
físico. A partir de allí se desarrolla una trama de superficies
que son al mismo tiempo imágenes y barreras visuales, planos y
signos espaciales. Como la maleza que crece indiscriminadamente
al lado del camino, estos planos crean un entramado que desvía
la mirada, la complica, la extravía, poniendo en entredicho el
poder del centro y su capacidad para organizar la visión.
En alguna medida, ambas instalaciones plantean una serie de incertidumbres.
Reflexionan sobre el lugar de la imagen en un mundo donde la multiplicidad
las ha desgastado, exaltan su profusión, destacan su carácter
perecedero. Las postulan amenazantes pero al mismo tiempo frágiles,
como el soporte que las sostiene y que hoy nos recuerda también
la fragilidad de la vida.
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